Dicen los investigadores que tenemos entre 50 y 60.000 pensamientos diarios.
De ellos, el 94% son repetitivos y el 80% son negativos.
Son pensamientos inconscientes, la mayoría de ellos, por lo que no somos capaces de darnos cuenta de que los estamos teniendo.
Sin embargo, todos esos pensamientos están dirigiéndonos.
Si tengo pensamientos repetitivos sobre mi capacidad para afrontar algo que esté sucediendo (una enfermedad, una situación laboral o familiar), obtendré resultados acordes con estos pensamientos.
Es por ello que, si mis pensamientos son “positivos” o agradables, posiblemente tendré una respuesta o consecuencia “positiva” o agradable en mi vida. Y, claro, si mis pensamientos son “negativos” o desagradables, las consecuencias o respuestas que tendré en mi vida estarán, en principio, en consonancia con ello.
El cerebro está preparado para recordar las experiencias desagradables. Lo hace para protegernos, para mantenernos con vida. Por eso tenía que recordar que, en aquel bosque había un oso, o un puma, por ejemplo. O que meter la mano sin más en una colmena podía conllevar mucho dolor, o la muerte. Por ello, durante miles y miles de años, el cerebro fue entrenado para recordar todo lo que nos podía llevar a correr peligro.
Y ahora llevamos, quizás, aquí en el llamado primer mundo, cien o doscientos años en los que no tenemos que ocuparnos de estar alertas por esos peligros. Así que tenemos el “privilegio” de poder ocupar nuestra mente en otros temas, como por ejemplo, la discusión que tuve hace unos días con mi jefe, y que eso nos llegue, incluso, a obsesionar.
Y esto también es posible porque las necesidades básicas las tenemos cubiertas. Si no tuviéramos qué comer, qué beber, dónde dormir, ropa para taparnos y no morir de frío, no estaríamos pensando en la discusión, sino en cubrir esas necesidades.
La referencia es la pirámide de Maslow, que nos dice que, según vamos cubriendo las necesidades básicas, vamos subiendo en esa pirámide y pudiendo ocuparnos de otras cosas: primer nivel: respirar, alimentarse, descansar, sexo y homeostasis, que es la capacidad de mantener una condición interna estable compensando los cambios del entorno mediante el intercambio regulado de materia y energía con el exterior.
Si tenemos en cuenta que nuestro cerebro funciona así, ya tenemos algo con lo que trabajar. Recordarnos cada x tiempo este funcionamiento del cerebro nos puede ayudar a regularlo. Auto observarnos es una de las bases que os propongo siempre, sea cual sea el tema que queramos trabajar. Así que observemos nuestros pensamientos, siempre teniendo en cuenta que nuestro cerebro repite nuestros pensamientos el 94% del tiempo, y que se fija en los negativos en un 80%. Recordar estos datos puede ayudarnos a poner un poco de distancia con nuestros pensamientos, y así poder gestionarlos mejor.
Y lo mismo podemos hacer con los miedos. Saber cuáles son nuestros miedos, escribirlos, darnos cuenta de cuándo nos “asaltan”, qué intensidad tienen, dónde los sientes, observarlos y conocernos, nos puede ayudar a poner un poco de distancia con ellos, y así poder gestionarlos un poco mejor.
Algunas cosas que podemos hacer para todo esto:
- meditar (que nos da la oportunidad de sentir nuestro cuerpo y observar nuestros pensamientos),
- respirar (cuando sintamos que el miedo sube, cuando nuestros pensamientos nos invaden)
- tener mucha paciencia y practicar mucho, porque durante muchos años hemos tenido un comportamiento y unas reacciones determinadas, y cambiarlo puede llevar su tiempo y el esfuerzo de hacer las cosas diferentes.
Así que mucha paciencia, mucho amor, mucha comprensión, e ir poco a poco cambiando aquello que no nos gusta.