Estrés es la respuesta que tenemos cuando sentimos que existe un peligro externo a nosotr@s, o cuando tenemos una exigencia interna.
Peligros externos no suele haber muchos, son más bien situaciones esporádicas. Por ejemplo, cuando vamos conduciendo y algo se cruza en nuestro camino. Ahí podemos sentir ese pico emocional fuerte, sentir ese estrés .
Pero en general el estrés nos lo provocamos nosotr@s mism@s porque queremos llegar a todo y hacerlo de una manera determinada.
Es decir, tenemos una exigencia con nosotr@s mism@s de cómo deben ser las cosas.
Un poco de estrés en un momento determinado viene bien, es como «ponernos las pilas».
Por ejemplo, si en el trabajo me siento tranquila y segura, y de repente, llega la jefa, o el jefe solicitando algo para antes de ayer, pues el estrés en esta situación hace que me ponga alerta, me enfoque en lo que me han pedido y trabaje en este caso con un poco más de “revoluciones”. Eso me ayuda a, en este caso puntual, «ponerme las pilas» y sacar adelante lo que me piden.
Pero cuando ese estrés se alarga en el tiempo, aparece el distrés, que ya es considerado un trastorno.
Se puede producir por una alta carga de trabajo, mental o físico, pero también por una alta autoexigencia, por un perfeccionismo extremo, o incluso por tener un carácter pesimista.
Es decir, si en mi ritmo normal, diario, alcanzo a hacer 3 tareas bien, pero tengo 18 tareas todos los días, y quiero alcanzar a hacerlas todas, y además todas bien, entonces llega el distrés…
La ansiedad se produce por miedo. Algo nos puede dar miedo puntualmente, y después lo normal es que se nos pase. Por ejemplo: me da miedo que me saquen sangre, pero luego se me pasa.
Respondemos a ese miedo con una activación corporal que nos provoca estar en alerta. Pero si ese miedo se mantiene, puede llegar a causarnos ansiedad.
Una particularidad del miedo es que puede ser miedo a algo real o a algo imaginario. El cerebro no distingue si es real o imaginario, y la respuesta emocional es la misma, y por tanto, la respuesta corporal también.
Puede ser por algo externo o por algo interno. Por ejemplo, conocí a una persona mayor que se imaginaba muchas cosas horribles, y esto le provocaba mucha ansiedad, se le desorbitaban los ojos, sudaba, se mareaba… Cuando la traías al presente, a base de decirle estás aquí, no hay nadie que te ataque, todo está bien, no tienes heridas, siente tu cuerpo, todo está bien, se daba cuenta e iba bajando ese nivel de ansiedad y miedo, y empezaba a sentirse mejor.
Si la ansiedad es muy elevada, podemos empezar a sudar, a marearnos, a sentir opresión en el pecho, a angustiarnos, llegando incluso a los ataques de pánico.
- Generalmente, podemos reconocer lo que nos causa estrés: la gran cantidad de tareas que tenemos al día, tanto en casa como en el trabajo, la autoexigencia…
- En el caso de la ansiedad, puede que nos cueste saber qué nos está causando miedo o inquietud.
Todas las emociones tienen una función positiva, en el caso del miedo es darnos cuenta de que sentimos que no tenemos recursos para afrontar la situación (real o imaginada) que tenemos.
Entonces surge el miedo, y eso debería impulsarnos a encontrar las soluciones.
Pero cuando tenemos inseguridad en nosotr@s mism@s, o poca autoestima, eso puede hacernos esa tarea más difícil, ya que nos costará confiar en nosotr@s.
Y eso puede llevarnos a la ansiedad. Podemos empezar a tener miedo a tener miedo, por ejemplo.
Como puedes ver, este tema es extenso, así que seguiremos compartiendo sobre ello.