Prisa vs velocidad

Velocidad y prisa son diferentes. 

La prisa no es necesaria, en cambio la velocidad es, muchas veces, necesaria: un trasplante cardíaco debe hacerse velozmente, sin demorarse, pero seguramente no se debe hacer con prisas. 

La prisa puede ser violenta, y puede vaciar de sentido el presente. 

La velocidad es algo externo, que podemos adquirir con la práctica. A base de hacer algo, conseguimos hacerlo velozmente. 

Las prisas, en cambio, son internas, surgen cuando estamos pensando en lo que hay que hacer después de lo que estamos haciendo, cuando no prestamos atención al aquí y al ahora, al presente, cuando no prestamos atención plena. 

A veces, por la prisa, nos despistamos, nos distraemos, no prestamos atención.

Vivimos de prisa cuando estamos pensando en lo siguiente en vez de estar aquí y ahora. Como dice Jaques Philippe: vivir de prisa no es vivir, sino más bien esperar a vivir más adelante.

Hay más referencias a la prisa, como por ejemplo, ese “vísteme despacio, que tengo prisa”, que nos cuenta precisamente que, si tenemos prisa, mejor ir despacio, para que salga todo bien, para poder seguir avanzando. 

También está el “apresúrate despacio”, que nos lleva al mismo punto. Dicen los expertos que, si nos planificamos bien el tiempo, podremos ir “sin prisa pero sin pausa” en la navegación de nuestro día a día.

Retomando la publicación de la surgió este tema hoy, dice Sartre que “la ternura renuncia al control del tiempo. La prisa se opone a la ternura, la ternura es lenta, la prisa violenta. No hay ternura apresurada, no hay amor con prisas. Quien ama no tiene prisa.”

Y eso estamos haciendo aquí. Estamos dándonos este tiempo sin prisa, regalándonos atención y presencia.

Gracias por compartir este tiempo conmigo.

Ir al contenido