La frustración nos puede llevar a la queja.
Algo no sale como queríamos, algo nos perjudica, sentimos que algo es injusto. O alguien nos habían prometido algo y no lo cumplió.
Podemos quejarnos sin emitir un solo sonido.
Nos quejamos en conversación interna, no la exteriorizamos por la razón que sea, sino que nos la quedamos y la repetimos una y otra vez, durante horas, días, meses…
Suele tener el efecto de “envenenarnos” respecto a lo sucedido, de victimizarnos.
Cuando nos quejamos con otras personas, tendemos a expresarnos buscando que la persona o personas que nos escuchan se pongan de nuestro lado, nos den la razón. Acusamos y buscamos desahogarnos.
Ya puede desgastarse la persona que nos escucha dándonos consejos, ya que seguramente los rechazaremos todos, porque lo que buscamos es afirmarnos en nuestra razón, en nuestro punto de vista, que se pongan de nuestro lado, incluso que nos compadezcan.
Además, podemos buscar venganza, por ejemplo, “como me hizo eso, pues yo tengo derecho a hacer esto otro”.
La queja, entonces, nos sirve para desahogarnos, y lo que sucede después de un tiempo es que habitualmente seguimos sintiéndonos de la misma manera, con la misma frustración o el mismo sentimiento de injusticia (o incluso más, porque se puede ir acumulando).
Y también podemos expresar la queja ante la persona o personas que nos han generado la frustración.
Y esta expresión es una gran oportunidad para cambiar la queja por una petición.
Cuando nos quejamos, es muy posible que la otra persona se ponga a la defensiva, ya que es muy común que acabemos reprochando o acusando en ese momento.
Y las consecuencias pueden ser, desde que la otra persona no entienda nada, porque no sepa qué nos sucedió, hasta llegar a la ruptura de la relación.
En cambio, la petición suele tener como intención última querer reparar la relación.
Para eso, cuando pedimos, lo interesante es entender a la otra persona, preguntar lo más objetivamente posible por lo sucedido y pedir lo que necesitamos a la otra persona.
Preparar lo que se quiere pedir, cómo lo queremos pedir, dónde lo queremos pedir, así como las posibles respuestas, puede ayudarnos a gestionar la frustración que comenzó todo y ayudarnos a gestionar la relación.