La soledad

La soledad, como tal, no es buena ni mala. A veces podemos querer estar sol@s, nos viene bien, nos puede servir para centrarnos en nosotr@s mism@s, para concentrarnos en alguna labor, para conocernos en profundidad.

Sin embargo, eso cambia si la soledad supone tristeza y/o a abandono. Además, la psicología nos dice que estar sol@s durante mucho tiempo pude suponer graves trastornos, porque somos ante todo seres sociales.

Por lo tanto, si nos sentimos así, es necesario saber afrontar la soledad, gestionarla o aceptarla. 

Cuando una persona  huye de sus relaciones sociales, puede estar buscando la soledad de una forma “negativa”. También puede sentirse la soledad como algo negativo cuando te sientes desamparad@, sol@, sin compañía, y no ves que haya posibilidades de que la situación cambie. En este caso, puedes sentir la soledad como una condena, como un castigo injusto, como algo no elegido.

Incluso podemos estar rodead@s de gente y sentirnos absolutamente sol@s al mismo tiempo.

Hay estudios que revelan que, a partir de los 40 años la sensación de soledad se acrecienta con fuerza, aumenta con la emancipación de los hijos (el síndrome del nido vacío) y luego, más adelante, se le une la jubilación. Pasa, muchas veces, que se puede tener la sensación de no tener relaciones verdaderas (es decir, que sentimos que no tenemos amistades verdaderas, o que no podemos confiar en nadie). A esta soledad se le llama soledad psicológica, y puede hacer que se desarrolle una patología, que puede acabar incluso en suicidio.

Otra situación que puede favorecer la sensación de soledad es la dificultad para movernos, para salir. Por ello ahora es más fácil que pueda surgir. También la pérdida de autonomía puede acrecentar esa sensación.

Es importante diferenciar, no se trata de no estar sol@s, si no de no sentirse sol@s.

Para ello, podemos organizar nuestro día a día, de forma, por ejemplo, que tengamos horarios para las actividades habituales (levantarse, acostarse, comer, pasear). Cuando no nos ajustamos a los horarios, podemos sentir más melancolía. Y comer siempre a las mismas horas, para que no se desordene el hambre. Todo tipo de desorden genera más desorden y ello puede generar ansiedad.

Organiza estos horarios en función de lo que esté pasando en el momento actual, no de lo que fue, si no de lo que es ahora. Si me he jubilado, no hace falta que tenga la rutina del trabajo, puedo incorporar actividades nuevas y organizar los horarios en función de esas actividades. Si en algún momento te sientes desanimad@ y quieres saltarte el horario, recuerda que eso que sientes es momentáneo, y que hacer lo que has previsto puede ayudarte a salir de ese estado de ánimo.

Hacer algo que te distraiga y te mantenga activ@ es bueno y saludable. Y hacer algo que te resulte significativo, que te haga disfrutar y también crecer, puede hacer que te sientas mejor aún. Se trata de buscar algo que te atraiga y te “enganche”. Explora los voluntariados, por ejemplo.

Y también puedes plantearte tener una mascota, si te gustan los animales. La gran mayoría de las personas que adoptan a una mascota mejoran su ánimo y su actividad.

Y por supuesto, puedes probar apuntándote a un grupo de senderismo o de natación, por ejemplo.

Si sientes monotonía, introduce cambios. Modifica tus hábitos, anímate a ir al cine, salir a cenar, a viajar, dentro de las limitaciones que tenemos por el momento vital que estamos viviendo.

Y si no puedes combatirla por ti mismo/a, buscar ayuda profesional siempre es buena idea.

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