Podemos elegir nuestras actitudes, como decíamos en una publicación anterior del blog. Si las elegimos, estaremos, en gran medida, eligiendo nuestros comportamientos.
La Psicología suele afrontar y buscar el bienestar de las personas desde los traumas, desde lo que está “mal”, de lo que queremos «arreglar».
La Psicología Positiva, sin embargo, quiere enfocarse en poder aumentar las fortalezas, entre otros conceptos, para así aumentar el bienestar.
Según esta psicología, hay varias actitudes que podemos tener para aumentar nuestro bienestar:
- Actitud de elegir los hábitos que nos ayuden a sentirnos mejor, a sentir bienestar. Y los hábitos que no nos ayuden, podemos cambiarlos o trabajarnos para no tenerlos más. Por ejemplo, si el hábito de dormir 6 horas me produce malestar, podría cambiarlo por el hábito de dormir, al menos, 7 horas.
- Actitud de vivir con alegría: no es lo que sucede, sino que es lo que hacemos con lo que sucede. Ante el mismo acontecimiento, una persona puede elegir ver el vaso medio lleno y otra medio vacío. Saber que puedes girar tu mirada hacia el vaso medio lleno te podrá dar la actitud de vivir con alegría, en vez de con miedo o con enfado.
- Actitud de ser buena persona: tener claros nuestros valores y nuestras creencias, y que sean coherentes con nuestro comportamiento. Y que ese comportamiento provoque bienestar en nosotr@s mism@s y en las demás personas. La consciencia de “para qué” hacemos lo que hacemos, y si está alineada con nuestros valores, nos ayuda a encontrar ese bienestar.
- Actitud de claridad en los objetivos: a esto nos puede ayudar mucho el coaching. A veces me encuentro con personas que sienten que quieren algo más que trabajar, atender a los hijos y a la familia, quieren tener más objetivos. Y entonces las acompaño a encontrar esos nuevos objetivos, incluso ese propósito para su vida.
- Actitud de tomar acción: si tenemos claros los objetivos nos podemos enfocar hacia la meta, y saber qué acciones tomar para llegar a ellos nos pone en marcha. Porque nombrar los objetivos no suele ser suficiente, lo mejor sería tener una actitud proactiva para llegar a ellos. Con el coaching podemos trazar un plan de acción.
- Actitud de atender lo importante: ¿Qué es lo importante para ti? ¿Cuál es tu prioridad? ¿Le das tiempo a eso que es importante, que es prioritario? Porque normalmente nos “come” lo urgente, la prisa. Y nos olvidamos de lo importante. ¡Incluso nos olvidamos de nuestras necesidades! A mi me pasó hace años, que iba retrasando la hora de comer para atender otras cosas supuestamente urgentes…
- Actitud de disfrutar el momento actual, la rutina, lo cotidiano: estamos tanto en el pasado o en el futuro, que no nos acordamos del aquí y el ahora,
- de llevar a nuestra hija al colegio y preguntarle qué tal le va, y que comparta su día con nosotr@s,
- de charlar dos minutos con el vecino,
- de preparar con calma y alegría la comida que nos va a nutrir y a permitir que nuestro cuerpo se siga moviendo…
- Actitud de agradecimiento, que nos invita a mirar lo que tenemos, en vez de enfocarnos en lo que no tenemos. Un buen ejercicio es comenzar el día agradeciendo: que estamos viv@s, que es una suerte tener familia, amig@s, pareja; agradecer lo que aprendemos, agradecer lo que comemos, lo que bebemos, lo que tenemos (casa, coche, etc)…
- Actitud de amabilidad con l@s demás: no necesitamos dinero, ni titulaciones para ser amable. Claro que es difícil ser amable si estoy estresad@, o enfadad@, o deprimid@. Pero si me encuentro en un estado emocional neutro, puedo probar a ser amable con las personas con las que me cruzo diariamente. Seguramente me sentiré mejor y las personas en mi entorno también.