Acompañar a nuestr@s adolescentes

La adolescencia supone un cambio radical, pero no sólo en la/el adolescente, sino también para el resto de la familia. 

Cambia la relación entre madres/padres e hij@s, porque l@s hijos están buscando autoafirmarse, y eso produce conflictos.  Sin embargo, el mensaje del conflicto para las madres y padres es que el o la adolescente está teniendo una crisis evolutiva, en la que busca cómo superar los retos que van surgiendo y cómo hacerse más autosuficiente.

Por todo ello creo que es fundamental  aceptar que tanto l@s adolescentes como las madres/padres pueden tener que cambiar cosas. 

No se trata de decirles a l@s adolescentes qué tienen que cambiar ell@s, si no de ver qué tenemos que cambiar todas y todos para que la familia funcione. 

A veces acompaño a familias. Cuando pregunto a l@s adult@s, tienen la percepción de que lo hacen bien,(porque l@s hij@s son l@s que tienen que escuchar), y que son l@s adolescentes quienes lo hacen mal: es que no me obedece, es que no hace lo que le digo cuando se lo digo… Y cuando le preguntas a ell@s, lo que suelen decir es que nadie les pregunta, nadie les escucha, nadie les tiene en cuenta.

Así que la primera herramienta es preguntar y la segunda escuchar. 

La escucha es escucha activa y empática, no es esperar a que la otra persona termine para responderle. Es escuchar atentamente lo que dice el o la adolescente. 

Es escuchar las palabras, los gestos, las emociones, el lenguaje corporal, porque muchas veces ell@s no saben qué les sucede, qué necesitan, y menos aún saben pedirlo, justo en esa etapa en la que lo que quieren es ser independientes, en la que buscan no depender de sus madres/padres.

Por ello necesitamos replantearnos la comunicación con ell@s, adaptándonos equilibradamente a sus necesidades. 

No suele ser fácil, ya que en ese reajuste es cuando a menudo aparecen malestares, insatisfacciones, dificultad de entendimiento, sensación de incomprensión y sufrimiento para una o para varias de las partes implicadas. 

 

Recuerdo mi sufrimiento en la adolescencia. Recuerdo no tener herramientas para afrontarlo. También recuerdo no poder contestar las preguntas de l@s adult@s, porque ni siquiera sabía qué estaba pensando o sintiendo.

También entiendo ahora que tanto a las madres como a los padres les puede resultar duro aceptar lo que está pasando con su hij@. Si nos enseñaran qué es un duelo, posiblemente éste sería un momento de duelo para la madre o el padre. Soltar al hij@ que fue, para aceptar que no sabemos quién está siendo ahora. 

Además, mantener el equilibrio entre el respeto hacia el proceso y el poner límites a ese crecimiento no suele ser nada fácil.

Si no hacemos un proceso consciente de la adolescencia, nos podemos encontrar con el rechazo y la incomprensión de las madres/padres hacia sus hij@s y con la sensación por parte de l@s adolescentes de que l@s adult@s les invaden y les tratan como a niñ@s.

Pero claro, esto no significa que, para que no se sientan rechazad@s, no les pongamos límites. Por ejemplo, no permitir que haya falta de respeto hacia ningún miembro de la familia. Ell@s probarán los límites durante un tiempo, pero necesitan saber que ese límite no es negociable. Por ello, pensar cuáles son los límites que no se pueden cruzar, por ninguno de los miembros de la familia, es un buen punto de partida. 

Poner límites no es fácil, porque además son capaces (seguro que lo sabéis) de ser muy insistentes. En este punto es importante que la/el adolescente se sienta querid@ e importante para su madre/padre. Si se sienten querid@s, y que importan, les resultará más difícil cuestionar la firmeza en los límites.

L@s adult@s son la referencia de l@s hij@s. Y en la adolescencia sigue siendo así. Por eso es importante ser muy conscientes de lo que hacemos, y no de lo que decimos. Porque generalmente no escuchan nada de lo que decimos, pero aprenden de todo lo que hacemos. Si con lo que haces te conviertes en una referencia para tu hij@ (te cuidas, tienes relaciones sanas, comes sano, practicas deporte, te sientes bien respecto a tu trabajo), con otras pocas normas que pongas, que sean claras, podría bastar. Y claro, ser un referente también en cuanto a la emoción: si yo, que soy la adulta, me equivoco y me disculpo, la/el adolescente va a aprender a hacerlo también. Si yo me burlo, éso será lo que aprenda.

Además de ser referencia y tener normas claras, se pueden establecer las consecuencias de los actos que han sucedido. Si ésto está claro y hay respeto, aceptarán esas consecuencias con una cierta facilidad. Pero si lo que hacemos es castigar, posiblemente lo que les enseñemos es a evitar castigos mintiendo, chantajeando…

Esto tiene que ver con el estilo que tienen las madres/padres para educar. Pueden ser autoritarios, protectores, ausentes, diplomáticos… También está el estilo del sacrificio, con el que aprenden que la madre/padre sacrifica todo para él/ella. 

De todos los estilos posibles, y sus mezclas, los estudios indican que el estilo ausente es el más dañino. Eso no significa que tengas que estar encima todo el tiempo, si no que la/el adolescente sepa que puede contar contigo y que le importas. ¿Alguna vez habéis oído a vuestr@ hij@ deciros: “es que no te importo nada”? ése puede ser una campana de alerta para tratar de acercaros y preguntarle: ¿qué necesitas para sentir que me importas?

Si la relación no va bien, no hay respeto y los problemas se agravan, podemos revisar lo que estamos haciendo y diciendo, porque puede ser que nos esté queriendo decir que hay algo que no funciona y que le gustaría hablarlo; pero como no sabe verbalizarlo, pues opta por retar o incumplir la norma. O sea, mirarnos a nosotr@s mism@s y preguntarnos si quizá hay algo que no estamos haciendo todo lo bien que pudiéramos para ayudarles. No se trata de culpabilizarse, sino de responsabilizarse.

También podemos preguntar en la escuela o instituto, para saber cómo la/lo ven en clase y también a los servicios de salud (para descartar una posible situación clínica o patológica que, en el 99 % de los casos, no se da)

Si después de todo esto los conflictos persisten o aparecen conductas de riesgo para una o varias partes de la familia, puede ser conveniente consultar un equipo profesional para saber cuál es la problemática y acompañe a cada persona de la familia en la elaboración de las soluciones.

Ir al contenido