A ninguna persona le gusta sentirse frustrada. Solemos sentir frustración cuando algo no nos sale tal y como deseamos. Es una emoción que nos deja con una sensación de decaimiento, de desmotivación, que puede afectar de manera directa a nuestra autoestima y seguridad.
Surge, no se puede evitar, pero sí se puede gestionar y tratar de superar, tanto por parte de l@s adult@s como por parte de l@s niñ@s
Cuando l@s niñ@s desean algo, quieren obtenerlo a toda costa, sin medir su alcance, posibilidad o compromiso. Y cuando no lo obtienen, se frustran y es cuando pueden llegar los berrinches.
La frustración es inherente a la infancia porque l@s niñ@s suelen ser impulsivos, y mostrar las emociones de forma desbordada, no suelen ser «razonables».
A veces l@s adult@s queremos evitarles el sufrimiento y la frustración. Sin embargo, vivir estas emociones puede enseñarles mucho. No se trata de aceptar y permitir el sufrimiento y la frustración. Se trata de aceptar que se están sintiendo y gestionarlas, para así poder afrontarlas las siguientes veces que sucedan.
No se trata de dejarles que sufran, se trata de que experimenten hasta dónde llega su tolerancia, y que aprendan a pedir ayuda. De darles herramientas para superar los problemas que surjan. Y también de enseñarles que no pasa nada si nos equivocamos. Se trata de desarrollar la paciencia y valorar la persistencia: que sigan intentando llegar a donde quieren, aunque al principio no obtengan el resultado esperado.
Así, podemos:
- Enseñarles a ser persistentes, que sigan intentándolo: como cuando empezaron a caminar, o a pintar, o escribir…
- Guiarles, pero sin hacerlo por ellos.
- Enseñarles a pedir ayuda
- Enseñarles que no pasa nada si no pueden
- Enseñarles a gestionar el miedo al fracaso
- Enseñarles a que desarrollen la paciencia
- Si, a pesar de los intentos, no pueden conseguir lo que quieren, enseñarles a buscar otro interés, otra opción. Por ejemplo, si no le sale tocar un instrumento por mucho que lo intente, y lo que le gusta es la música, que pruebe a cantar.
¿Y qué hacemos l@s adult@s con todas las emociones que nos provoca ver la frustración y el berrinche del/la peque? Porque esas rabietas, esas frustraciones, también nos pueden frustrar, nos pueden enfadar, nos pueden entristecer, hartar…
Pues nos toca respirar, nos toca recordar que todo esto forma parte de su proceso de crecer, entender que les podemos ayudar con nuestra paciencia, que les podemos enseñar si nos ven gestionar nuestra frustración.
Recordar que lo que les enseña es lo que hacemos, no lo que decimos. Es con nuestro ejemplo de gestión de la frustración generada por la situación que les podemos enseñar.
Pero claro, eso no implica ser “perfect@s”. Habrá ocasiones en las que perdamos la paciencia y hagamos las cosas de modo que luego no nos sintamos a gusto. Ahí les podemos enseñar también, disculpándonos, explicando qué nos ha sucedido, cómo nos hemos sentido…
Sin culpa, ya que estamos tomando responsabilidad sobre lo sucedido, estamos afrontando lo que hemos hecho con total transparencia.
Puedes escribirte una frase que puedes repetirte, algo que te ayude a la hora de afrontar la próxima frustración, o el próximo berrinche. Algo del tipo: “es su proceso, y puedo intentar ayudarle enseñándole con mi ejemplo. Respiro y nos doy el tiempo para gestionar lo que estamos sintiendo”. O lo que te venga bien a ti para afrontar la situación desde la calma, desde la paciencia.