Durante unas semanas acompañé a Elena (nombre ficticio).
Su objetivo era ser más coherente en su trato con sus hij@s. Quería hablar con ell@s tranquilamente, explicarles las cosas con calma. Sentía que las prisas diarias y los «tengo que» no le permitían pararse y dedicarles el tiempo que requerían las diferentes situaciones que iban viviendo. Y por eso se sentía incoherente, se sentía culpable y triste por no hacerlo.
En esas semanas se dio cuenta de qué estaba priorizando y para qué. Entendió su forma de actuar, la aceptó y, desde ahí comenzó a ir hacia donde quería, hacia donde anhelaba estar con sus hij@s.
No sólo mejoró la relación con sus hij@s, también con sus padres y con su pareja.
Inicié un proceso con J. de 6 sesiones en las que su objetivo principal era volver a hacer deporte y mejorar sus migrañas y la gran tensión que sentía en el cuello.
A través del proceso entendió qué emociones sentía antes de las migrañas, cómo las sentía y dónde las sentía. Aprendió a identificar las señales que su cuerpo le enviaba y ello le permitió detener los pensamientos que las acompañaban.
Ahora tiene unas rutinas que le ayudan a evitar llegar al punto en el que se desencadenaban las migrañas y la tensión. Y ha comenzado a realizar ejercicio de forma rutinaria.
Durante unas semanas formé a futuros tripulantes de cabina de un centro de formación.
Durante esas semanas aprendieron, mediante ejercicios personalizados y situaciones simuladas que trabajamos en clase, a identificar emociones y sentimientos, a enfocar su atención y se autoconocieron un poco más en profundidad. De esta forma, podrían afrontar situaciones de estrés en un lugar pequeño, del que no se puede salir durante el vuelo, y a kilómetros de altura sobre el suelo.